Lunes 3 de agosto de 2015
Susana Pérez Gallart nos ha dicho “Hasta siempre”
Hoy, a las 12,30, acabo de enterarme de la muerte acaecida ayer de Susana Pérez Gallart. En verdad, no he tenido trato cercano con ella, por lo cual este llanto me sorprende. Él se acaba; la congoja queda.
Es que viví cerca de Susana momentos fundamentales: varias antiguas reuniones en la APDH; el privilegio, en setiembre de 1990, de asistir al Curso Interdisciplinario del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, San José de Costa Rica. La abogada Alicia Curiel y yo pasábamos las jornadas entre centroamericanos y mexicanos, y a cada rato veíamos transitar aquí y allá la magnífica cabellera rubia de nuestra compatriota. Terminado el curso, volvimos a encontrarla en Ciudad de Panamá, donde pocos días después se enfermó gravemente de algún mal propio de aquellas tierras.
Otro hecho trascendente para mí: en abril de 2002, mi madre María Adela, de 91 años ya y en silla de ruedas, recibió en el Museo Roca el Premio “Dignidad” de la APDH, impulsado por Susana en especial. Una de las fotografías adjuntas muestra a un grupo de compañeras, con la rubia Susana de chaqueta negra sobre pullover blanco, rodeando a la agasajada, y la otra foto, que exhibe el final del acto con numerosas Madres, resultó también el último retrato de mi madre reunida con muchas hermanas del alma y la militancia. Su vida terminó el 23 de julio de ese año.
Con Susana se van momentos de mi madre y míos. El recuerdo cálido de esta compañera merece muchas lágrimas tibias.
María Adela Antokoletz